Comentario
RELACIÓN DE ALGUNAS COSAS
DE LAS QUE ACAECIERON AL MUY ILUSTRE
SEÑOR DON HERNANDO CORTÉS,
MARQUÉS DEL VALLE, DESDE QUE SE
DETERMINÓ IR A DESCUBRIR TIERRA
EN LA TIERRA FIRME DEL MAR OCÉANO
ANDRÉS DE TAPIA Y SU OBRA
Su autor
Andrés de Tapia, buen capitán y esforzado soldado, al decir de Bernal Díaz1, contaba veinticuatro años cuando se alistó en la hueste cortesiana. Su valor y fidelidad le ganaron la confianza de don Hernán, quien, corriendo el tiempo, le entregó la capitanía de Alonso de Ávila, cuando el oficial partió para Castilla2.
Este aguerrido leonés participó en hechos tan sobresalientes como el hallazgo de Aguilar, el cautivo cristiano de Yucatán, o la captura del rebelde Cuauhpopoca. Posteriormente, intervino en las querellas entre los cortesianistas y la primera Audiencia, acompañó a don Hernán en su viaje a España, participando con toda seguridad en la malhadada expedición a Argel y, algún tiempo después, volvió a México, donde ocupó los cargos de Contador y Justicia Mayor3.
Hombre íntegro, responsable y leal en lo anímico, en lo físico era de rostro algo ceniciento y no muy alegre, y de buen cuerpo, y de poca barba rala4.
La obra
La Relación de algunas cosas de las que acaecieron al muy Ilustre señor don Fernando Cortés, marqués del Valle, desde que se determinó ir a descubrir tierra en la Tierra Firme del Mar océano es, ante todo y sobre todo, un alegato en favor de Cortés, protector y amigo del militar leonés. El autor, qué duda cabe, muestra una sonrojante falta de objetividad5; pero también presenta la pétrea veracidad de los testigos oculares. Más pasional, Agustín Yáñez afirma tajantemente que la dimensión épica de la relación, unida a la ausencia de disgresiones y alegatos personales, la convierten en una pieza muy superior a la historia del viejo Bernal6.
El arrojo heroico y la humana flaqueza --continúa Yáñez--, la crueldad bárbara y la cristiana compasión, las penas, los enojos violentos, las alegrías de la victoria se conjugan con fluencia vital, con dramático realismo, en este enjundioso cronicón7.
En mi opinión --mediatizada tal vez por los temblorosos fríos que me invaden siempre que debo enfrentarme al enjundioso cronicón--, la grandeza del mismo no reside tanto en lo literario como en lo historiográfico. Creo que nos encontramos ante una obra de capital importancia, cuyos datos han sido transcritos con sin par impudicia por una larga caterva de historiadores y cronistas.
El capellán de Cortés, el tan loado Francisco López de Gómara, no dudó en saquear el triste relato del leonés. El fruto del plagio --la Conquista de México-- fue a su vez pirateado por otro corsario de Clío, el cronista de la Ciudad de México, Francisco Cervantes de Salazar, quien tuvo que aguantar las imposiciones de don Antonio de Herrera y Tordesillas, una especie de Francis Drake de la historiografía americana. Para no prolongar estas notas, dignas de figurar en la introducción a Piratas de América, me limitaré a señalar que el plagio finalizó en el venerable padre Diego Luis Motezuma, un clérigo barroco autor de una surrealista Corona mexicana o Historia de los nueve Motezumas (vid el cuadro adjunto).
INFLUENCIA DE LA CRÓNICA DE ANDRÉS DE TAPIA
Siglas.-- CM: Conquista de México. CNE: Crónica de la Nueva España. HG: Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar océano. ACA: Anales de la corona de Aragón. HCM: Historia de la conquista, población y progresos de la América septentrional conocida por el nombre de Nueva España. CM: Corona mexicana o Historia de los nueve Motezumas.
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Hace ya tiempo --en 1942, para ser exactos--, Ramón Iglesia afirmó que Gómara recibió información oral de Tapia8. Desde entonces, la especie se ha repetido una y otra vez; mas nadie se ha tomado la molestia de profundizar en el tema. Tal vez porque resulta poco placentero cotejar la tremebunda prosa de Tapia con las pulidas y soporíferas páginas de Gómara. El último editor de la Conquista de México, por ejemplo, tras citar un pasaje del capellán, donde admite haber recibido información del leonés9, dice:
No conocemos la fecha en la que Tapia escribió, ni si Gómara leyó el relato, pero es cierto que se asemejan bastante10.
Tan cierto es que algunos pasajes se parecen como dos gotas de agua. He aquí un ejemplo.
De fuera de este hueco estaban dos ídolos sobre dos basas de piedra grande, del altor las basas de una vara de medir, y sobre éstas dos ídolos del altor de casi tres varas de medir cada uno; [y] serían del gordor de un buey cada uno; eran de piedra de grano bruñida, y sobre la piedra cubiertos de nácar, que es conchas en que las perlas se crían, y sobre este nácar, pegado con betún a manera de engrudo, muchas joyas de oro, y hombres y culebras y aves e historias hechas de turquesas, pequeñas y grandes, y de esmeraldas y amatistas, por manera que todo el nácar estaba cubierto, excepto en algunas partes donde lo dejaban para que hiciese labor con las piedras. Tenían estos ídolos unas culebras gordas de oro ceñidas, y por collares cada diez o doce corazones de hombre, y por rostro una mascarilla de oro, y ojos de espejo, y tenía[n] otro rostro en el colodrillo, como cabeza de hombre sin carne11.
Hasta aquí Andrés de Tapia. Veamos a continuación lo que escribe López de Gómara:
Eran de piedra, y del grosor, altura y tamaño de gigante. Estaban cubiertos de nácar, y encima muchas perlas, piedras y piezas de oro engastadas con engrudo de zacotl, y aves, sierpes, animales, peces y flores, hechas como mosaico, de turquesas, esmeraldas, caledonias, amatistas y otras piedrecillas finas que hacían bonitas labores, descubriendo el nácar. Tenían por cintura sendas culebras de oro gruesas, y por collares diez corazones de hombres cada uno, de oro, y sendas máscaras de oro con ojos de espejo, y al colodrillo gestos de muerto12.
Se nota el superior estilo del mundano clérigo; pero también que tuvo a la vista el texto modificado. Queda claro, por tanto, que Francisco López no sólo conoció la relación del soldado leonés, sino que la manejó cuando pergeñaba su Conquista de México13. En mi opinión, Gómara, que conoció a Tapia en Argel, pidió al leonés que recogiera por escrito los datos que le proporcionó oralmente. El disciplinado conquistador así lo hizo, y el capellán dispuso de una rica fuente de información, que manejó a su antojo cuando las circunstancias lo exigieron. De lo expuesto se desprenden dos deducciones. De un lado, que la relación de Tapia no es sino una noticia, un apuntamiento, un apunte, como confirma la temporalidad del escrito, la rápida redacción, a caballo entre el castellano y el cerrado leonés, los graves errores estructurales, y otros detalles menores. Del otro, que la crónica se redactó en el período que va desde el regreso de Tapia a la península (1540) hasta su vuelta a México, fecha que lógicamente debe situarse antes de 1547, año en que muere el marqués del Valle.
Ediciones
Por razones que me son del todo incomprensibles, la relación del capitán Andrés de Tapia sólo tiene dos impresiones en lengua castellana. La primera edición se debió a los desvelos de Joaquín García Icazbalceta, quien publicó una copia autorizada del escrito en su Colección de documentos para la historia de México14; la segunda a Agustín Yáñez, que incluyó una versión modernizada en la obra Crónicas de la conquista15. A ellas debe sumarse una traducción inglesa publicada en una antología titulada The Conquistadors16.
Criterio editorial
Don Joaquín García Icazbalceta, editor purista y ortodoxo, respetó el infernal estilo del original; pero, como a mí me interesa más el lector que el autor, no he tenido escrúpulos a la hora de modernizar el texto, evitando con ello la tortura que supone la lectura de párrafos como el que sigue:
E visto que a todo esto el marqués les satisfacía, hicieron a los mismos del pueblo que dijesen que do Muteczuma estaba habie mucho número de leones e tigres e otras fieras, e que cada que Muteczuma quirie las hacie soltar, e bastaban para comernos e despedazarnos.
He eliminado, pues, la cerrada fonética leonesa, modificado las construcciones dislésicas y corruptas, y destrabado las contracciones. Respeto, empero, algunos arcaísmos y, sobre todo, los dequeísmos, ese vicio gramatical tan frecuente en nuestros días.
Para facilitar la lectura, he dividido la relación en párrafos. Tanto el título como los rótulos, que van entre corchetes, son factura mía.
Respecto a los términos nahua, reproduzco la grafía de Tapia, que es bastante correcta y poco vacilante, pues sólo he podido observar dudas en la palabra Cholula, transcrita también como Chitrula y Cherula.?